Sentirse sano no es sólo una cuestión del estado físico, sino también del bienestar mental y la actividad espiritual. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud se define como un "[...] estado de completo bienestar físico, mental y social, y no la mera ausencia de afecciones o enfermedades." [1] Pero como nadie puede pretender estar completamente libre de efectos adversos, según esta definición todo el mundo sería considerado enfermo. Además, no tiene en cuenta la resiliencia humana, ni la fuerza y la capacidad para superar la enfermedad o hacer frente a la adversidad. Por tanto, el enfoque debería desplazarse de la patogénesis, es decir, la cuestión de lo que nos enferma, a la salutogénesis, con la cuestión de lo que nos hace sanos. Basándose en un concepto salutogénico de la salud, Machteld Huber finalizó en 2014 su tesis doctoral en la que publicó su concepto de "salud positiva". Este concepto ya ha sido adoptado en los Países Bajos por los Servicios Municipales de Salud holandeses (GGD Nederland) [3]. La forma en que una persona experimenta su propio estado de salud se muestra en seis dimensiones de la vida (funciones corporales, bienestar mental, sentido (la dimensión espiritual y existencial), calidad de vida, participación (social y societal) y desempeño diario) en un diagrama de red. Esto se representa como un hexágono (véase la Fig. 1). Cada dimensión de la vida se puntúa en una escala de 0-10 y, uniendo los puntos, se obtiene un área de salud personal.